Fernando Cueto (Chimbote,
1964) El 2011 ganó el Premio Copé de Oro
en la III Bienal de Novela “Premio Internacional” con la novela: Ese camino existe. Lima, Ediciones Copé (2012) y al iniciar su
lectura asocie el título de dicha novela
con un libro poemas de Blanca Varela: “Ese puerto existe”. Pero, fuera
de esa inofensiva “comparación” de
lector la novela en sus 413 páginas me arrastró con atento interés desde la primera página: “… Un pájaro, eso parecía. Un pájaro triste y
cenceño. Cabeza morena y medio calva, nariz puntiaguda y ojos hundidos pero
fulgurantes..”(p.11) hasta que llegue a la página final “Su corazón se regocijó; aspiró a bocanadas el aire puro, emprendió el
descenso. Sus ojos estaban llenos de rostros, de muchedumbre, de pueblos
variopintos, de ríos indomables, lluvias incesantes, noches de luna y
amaneceres infinitos.” (p.413) Al
terminar la lectura sentí una
satisfacción por haber leído una gran novela. Pero quien era Fernando Cueto,
¿quién? Cueto era un escritor Chimbotano que me había impactado.
Por ahí, halle unos datos sueltos: Estudios primarios y secundarios en el
puerto de Chimbote, Estudios Superiores
de Derecho en la UPSMP carrera en la que ha logrado un posicionamiento
profesional importante a la fecha. Pero además me enteré que, Cueto perteneció
a la Policía de Investigaciones del Perú y quizás esa labor (1983-1990) le haya servido
como “experiencia” para trazar rasgos bien logrados de sus personajes militares
y policiales en varias de sus novelas. Personajes que se mueven entre la
perversidad, la miseria humana, la
locura y la muerte. Digo “sirvió” o “utilizó” ese conocimiento desde dentro
para que Cueto pueda ficcionalizar “lo real”
y “literaturilizarlo” logrando aciertos narrativos a través de su prosa
vigoroza y bien hilvanada. En sus novelas “hay un saber desde adentro” “un hablar con conocimiento” mostrando acciones
y costumbres militares, elaborar
discursos “militarizados”, Por ejemplo: “… ¿Y tú crees que yo me voy a tragar ese cuento?-dijo Escorpión-, La cosa
esta más clara que el agua: acá has
armado tu centro de adoctrinamiento, huevón. Ahora me vas a decir quiénes son
tus pupilos, a quienes les estás comiendo el cerebro para que ataquen la
fuerzas del orden.” (P.344) espacios
novelados que recrean perversidades, crueldades y agonías existenciales de las
acciones militares: “A cerebrito le
brillaron los ojos detrás de aquellos lentes tan gruesos como poto de botella.
No necesitó más ordenes, tomó al detenido de un brazo y lo condujo hasta el
fondo de la habitación, en donde ya se encontraban dispuestos para el
interrogatorio, un tablón de madera, una tina con agua, una silla y una soga.”
(P.271) Y cuando no, pendejadas y cinismo del actuar militar. Y también
rasgos del síndrome de guerra y locura hecho que se puede comprobar en el
accionar de varios militares como: Buldozer, Shogun, Escorpión, Josaca, Hiena, Quebrantahuesos, Otorongo, Mapache, Salomón etc. También
hallamos conocimiento y represión del
enemigo: “Despacio, con los ojos
entornados, el camarada Facundo bajo la cabeza, y, a esa leve señal, un
comunero de Churca, un joven recién adiestrado, apuñaló por la espalda a Perpetua. Fue tanta la
insania y vehemencia del comunero, que el camarada Alfonso tuvo que pegarle un
duro puñetazo en la nuca para que cese de atacar a la mujer” (P.p 208-209) Hechos
que inundan la novela que venimos comentando y que se ve también en otras novelas como: Días de Fuego, Chimbote: Río de Santa Editores, (2009) Editorial
San Marcos. (2009), Lancha
Varada, Chimbote: Río de Santa Editores.
(2007) Llora corazón, Editorial San Marcos. (2012)
Si bien Ese Camino existe, se inserta en el corpus de novelas que
tematizan “la violencia” como: Candela Quema luceros, Noche de relámpagos
de Félix Huamán Cabrera, Hora Azul de
Alonso Cueto, Retablo de Julián
Pérez, Rosa Cuchillo, El Cerco de Lima
de Oscar Colchado Lucio, Abril Rojo de Santiago Rocagiolo, De amor y Guerra de Víctor Andrés Ponce,
Un Rincón para los muertos de Samuel
Cavero, Cadena Perpetua, Viaje al corazón
de la guerra de Harold Gastelú, El
dolor en los labios de Carlos Rengifo, Un beso de invierno, el camino de Regreso de José de
Piérola, Adiós Ayacucho de Julio Ortega, La
niña de nuestros ojos de Miguel Arribasplata, El gran señor de Enrique Rosas Paravicino, En las fauces de las fieras de Carlos Thorne, La joven que subió al cielo de Luis Nieto Degregori, La noche y sus aullidos de Sócrates
Zuzunaga, Bioy de Diego Trelles, La
ciudad de los culpables de Rafael Inocente, Generación Coche bomba de Martín Roldán, etc. Nos da una visión “diferente
y personal” de la violencia que es vista desde el accionar de “Cubo” aquel
comando “sensibilizado y lleno de orfandad” que ve como los “camaradas” y los
“militares” ingresan a una espiral de Locura y sinsentido de una “lucha utópica de columnas
pobres que arrastran sus sueños entre el hambre, el frío y la muerte” y de una
“represión brutal y absurda de sujetos traumados y neurotizados por el miedo” como si el país en su totalidad formara parte de esa “locura” de la que sólo
ha quedado una huella de muerte, fosas, torturas, orfandad, pueblos arrasados,
mutilados en nuestra memoria que rogamos jamás se repita porque de por medio esta
la vida y la paz. La novela de Cueto es un ojo abierto de esa espiral de
violencia que vivió el país. Pero a la vez, es la cicatriz aún no cerrada de
los hombres que se involucraron en ese episodio violento que enlutó a nuestro
país. Es la novela que muestra a los personajes de ambos bandos (policías y
senderistas) ahogándose en la locura, la neurosis, la soledad, la muerte de sus
utopías. Una gran novela que nos recuerda que “Ese camino existe” e
irremediablemente hay que recordarlo desde la literatura para meditar que aún
nuestra memoria colectiva aún se halla teñida de dolor y sangre. Una novela que
ya ocupa su lugar en la buena narrativa desde Chimbote para el mundo.