CRIBA, Es la novela ganadora del Premio Copé recibió una acertada lectura por parte de Santiago López Maguiña artículo que puede leerse en: http://slopezma.blogspot.com/ y para ampliar su lectura Alfonso Torres Valdivia autor de : Inorgásmica, Limpiamundo, y otros libros nos envía la siguiente reseña que damos a conocer.
Julián Pérez: Criba.Ediciones Copé,
Lima, junio de 2014, 369 pp.
Sobre la violencia política ocurrida
en los años ochenta se han escrito muchas novelas: Candela quema luceros, de
Félix Huamán, Abril rojo de Santiago Roncagliolo, La hora azul de Alonso Cueto,
Rosa cuchillo de Colchado Lucio y muchas más. Algunas de ellas, son producto de pesadillas o interpretaciones
subjetivas para explicarnos la violencia de esas décadas consideradas pérdidas
para muchos economistas y sociólogos del primer mundo.
Los autores de muchos de esos relatos, nos
cuentan cómo la falta de fluido eléctrico arruinó su infancia. Es evidente que
esa visión es parcial, se centra en el
terror que les produjo ser alumbrados por una vela, la explosión de un coche bomba a pocos metros de su residencia y
su repulsa a no poder pasear por parques y avenidas de anchas calles y
vidrieras inmaculadas. La historia de
los que hicieron detonar dicho artefacto mortal no la cuentan, y si se toman el
trabajo de describir a un subversivo es para resaltar el color cobrizo de su
piel o los andrajos con que viste. El drama o el amor de esos jóvenes que
trataron de acercar sus sueños a una realidad que los ignoraba no existen para
esas mentes abocadas en alabar el sistema neoliberal y los encargados de
vitalizarla.
Sin embargo, dentro de ese sinnúmero
de obras que novelan la lucha subversiva, el que más se acerca a la verdad y
cuenta la historia, no desde una ribera ni parapetado dentro de una unidad
móvil con lunas antibalas, sino desde el infierno mismo, es la novela Criba de
Julián Pérez. Si tiene una virtud esta obra, se evidencia en el análisis
introspectivo y artísticamente válido para reconstruir la violencia extrema de
esos años, donde la palabra, sin ningún rubor,
cedió paso a las armas.
Para informar sobre ese universo de
violencia Julián Pérez se valió de una estrategia narrativa simple, pero
interesante: un diálogo entre amigos, un manuscrito incompleto y el monólogo de Evangelina son suficiente para
contarnos la historia de Manuel Bajalqui, personaje central del relato. El reto
de Julián, contarnos la historia de los años ochenta en Ayacucho sin caer en el
panfleto o la banalidad sentimental se torna en real.
Este texto hermoso y reflexivo nos
permite comprender esos años de violencia extrema. Si él logra atraer nuestra
atención, es porque paralelamente al tema de la violencia le inocula el veneno
del amor. A la mujer, a la familia, al terruño.
En esta novela, Julián crea como en
Conversación en la Catedral, un universo onírico, abundante en personajes que
ostentan cierta semejanza con individuos reales, pero que han sido
transformados en fantasmas por la violencia o el amor, más allá de la vida.
Debe destacarse la construcción de personajes en la novela: no son demasiados y
están armados convincentemente, como es el caso del abuelo de Manuel. Este educa a su nieto con leyendas y mitos
ayacuchanos. Es un personaje épico, el héroe de Manuel, su paradigma, y sin
querer, este lo emula en ese escenario de horror total y humor negro.
Si Criba logra convertirse en un
relato conmovedor e inquietante, lo mejor de la novelística de la lucha
subversiva en los años ochenta y noventa, ello se debe a que Julián Pérez
trasciende el problema de la violencia política para ofrecernos la historia de
una ciudad plagada de almas en pena con una metáfora eficaz, un pensamiento
poético que nos permite adentrarnos en la mente de los jóvenes de esa época. Su
fábula es de gran ayuda para entender la historia y el drama de Ayacucho.
Criba rinde culto al realismo, pero no
puede desprenderse de un toque romántico.
Por las páginas de la novela se deslizan los
sueños y las pesadillas de Julián Pérez. No debemos olvidar que el autor de
Criba es ayacuchano, y si alguien podía novelar esos años de dolor y angustia
es justamente un nacido en esa tierra,
porque solamente una sensibilidad que estuvo muy cerca de los
acontecimientos, de los meandros de la historia, podía producir un relato de
esa calidad artística.
Ayacucho es una ciudad destruida, poblada de fantasmas como Comala de
Juan Rulfo, pero cuanto amor por esa tierra, sus habitantes y sus costumbres se
deslizan por las páginas de Criba. Si hay un espacio para la desesperación este
se debe a que ese mundo idealizado por el abuelo del personaje central se
desmorona por una violencia, no irracional, sino nacida de la efervescencia
producida por una juventud que dejó de lado los libros para empuñar las armas
en una guerra, que como dice Evangelina, amada de Manuel: estaba perdida de
antemano.
Julián Peréz es como un José María Arguedas. Él narra desde adentro de su Ayacucho querido.
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