lunes, agosto 30, 2010

LA CAJA FUERTE DE ELSA DE LA CRUZ



ALGUNAS REFLEXIONES A PROPÓSITO DE “LA CAJA FUERTE” DE ELSA DE LA CRUZ

POR FERNANDO CARRASCO NÚÑEZ

Suele suceder que la publicación de la ópera prima o primera obra de un autor es el coronamiento de un arduo y prolongado trabajo de escritura y corrección. En el caso literario, y específicamente en el ámbito de la narrativa, el autor tiene que lidiar con palabras, estructuras, personajes, sucesos, y otros elementos que no son sino la materialización artística de su mundo interior. Un mundo interior poblado de demonios o fantasmas que en realidad aluden a diferentes pulsiones, es decir, sentimientos o energías psíquicas tan profundas que irremediablemente nos mueven a la creación literaria. A esto debemos añadir que casi siempre en toda primera obra ya se puede entrever, de manera explícita o implícita, el universo narrativo y la visión del mundo que el autor consecuente irá configurando a lo largo de su carrera artística. En los seis cuentos que conforman La caja fuerte de Elsa De La Cruz (Lima, 1982) percibimos elementos sugestivos tanto en el plano de la historia como en el plano del discurso, que dan cuenta de la dedicación con que ha elaborado sus textos y, además, nos dan luces sobre los temas que más seducen a la joven escritora. Desde el punto de vista formal los cuentos presentan rasgos disímiles, lo que refleja el conocimiento y buen manejo de los recursos narrativos a los que echa mano todo escritor: Notamos también diferentes tipos de narradores, entre los que prevalece el narrador homodiegético o protagonista. Las historias muestran estructuras lineales como los cuentos Pandora y Zarpazos a la luna; aunque el cuento más emblemático del volumen, La señorita de Portugal, presenta una estructura circular muy bien elaborada. En cuanto al manejo del lenguaje resalta un estilo ágil y sencillo que algunas veces pretende alcanzar niveles poéticos como se percibe en el cuento Zarpazos a la luna. A esto debemos acotar la presencia de un cuento brevísimo o microrrelato que también suma en la nómina de inclinaciones narrativas de Elsa De La Cruz. Pero, ¿Cuál es el elemento que hace que estos seis cuentos de La caja fuerte conformen un ciclo cuentístico y no sean, como se dice, un cajón de sastre donde se han colocado de manera arbitraria diferentes historias? Ese elemento que atraviesa como un hilo los cuentos de este libro lo hallamos en el plano de la Historia. Los personajes de La caja fuerte están marcados por un pasado de infortunio y frustración que los ha lanzado a la más insondable soledad. En La señorita de Portugal una joven aficionada al arte y que sueña con un beso juega a convertirse en una muchacha mala y termina chamuscada por las llamas del desamor. En Zarpazos a la luna, un agobiado amante se entrega a la muerte a causa de la pérdida irreparable del ser amado; y en el cuento Pandora vemos a un hombre aficionado a la literatura que es consumido por la cirrosis. Aquí cabe recordar a Julio Ramón Ribeyro, un escritor cuya impronta se percibe en diferentes narradores de las últimas décadas. Efectivamente, los personajes de Elsa De La Cruz son seres malheridos, solitarios, fracasados como Julián del relato El cuento de la fotografía quien vive añorando a la mujer amada y que ha fracasado en su intento de convertirse en fotógrafo. No obstante, estos personajes se dejan arrastrar por los malos vientos del temporal. Son conscientes de que “toda la fuerza de un sueño no sirve si están en un cuerpo débil”. Estos personajes no se levantan sino que, desde el suelo, asumen su condición de vencidos, prenden fuego a la casa y dan el portazo final.

En definitiva La caja fuerte de Elsa De La Cruz es un buen libro inicial con distintas cualidades estructurales y con una visión del mundo signada por la soledad y la pérdida definitiva de la esperanza.

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