jueves, abril 10, 2008

EL POETA AMIGO DE LOS AMIGOS CHACHO MARTINEZ



Raúl Jurado Párraga
Universidad Nacional Enrique Guzmán y Valle
La Cantuta

Alguna vez, se me quedó en la memoria los siguientes versos: El poeta cruzó los siglos de los siglos con la estrella/ más hermosa entre los ojos. Estos versos eran de Cesáreo Martínez el poeta AMIGO de ese inolvidable libro: Celebración de Sara Boticelli. Y es con estos versos del propio poeta que deseo recordar a aquel sencillo y locuaz amigo Cesáreo Martínez. Sánchez (Cotahuasi- Arequipa, 1945) “AMIGO” como el solía decir reiteradamente haciendo retumbar con su voz los pasadizos, oficinas o calles donde se cruzará con alguien a quien estimara. Ya no esta con esa mirada grande que inundaba el sueño de los picaflores. Pero está más vivo que nunca en sus versos inolvidables. Chacho, aquel amigo de rostro cetrino, de radiante risotada y de engominado cabello como si fuera un libro abierto a la lluvia y con su bolso de cuero paseaba su libertad plena por la poesía y los días. Ya lo encontrabas tras el escritorio garabateando proyectos, ideas como sueños azules para ordenar el mundo. A veces, lo hallabas molesto, incomodo por tanta víbora suelta que adornado de una corbata y sudando poder por su supina lengua le había enviado o rechazado algún proyecto. Ahí, decía con ironía fina - Poeta estamos en la Cantuta - y volvía a soñar con que algo se podía hacer para salvar a los hombres. Mi corazón/ mi corazón que se alza desde la razón/ mi razón que se lanza sobre el corazón/ mi alma sonando me armo en lo puro y me estrello contra/ la belleza impura.
Chacho llegó a trabajar a la Cantuta a la Oficina de Imagen Institucional y fue desde esa oficina realizó mucha labor para relanzar nuestra Casa de Estudios. Con presión o sin ella su Oficina se convirtió en un punto de encuentro de los poetas de esta Villa del Sol, y de los visitantes poetas limeños que llegaban a Chosica huyendo del cielo panza de burro capitalino. La labor de Chacho no sólo fue la del poeta a tiempo completo sino también fue un excelente comunicador, un periodista prestigioso que le daba lustre a nuestra institución. Como no recordar su paso por el suplemento Culturas del diario de la República que lo mostraba como gran conocedor de la literatura peruana. Ahí, estaba él con su modestia sentado en esa oficina realizando ejercicios burocráticos. Ahí estaba el poeta de recorrido oficio, con una humildad a prueba de todo. A veces los que más valen se vuelven sabios con sus actitudes sencillas y claras. Esos seres no necesitan franelear a nadie para ser grandes. Chacho era uno de esos seres. Muchas veces festivo con unas ocurrencias magistrales e inolvidables pero a veces con una carga de soledad que le llegaba hasta la médula cuando se iba a descansar a su morada en San Fernando Alto. Los hombres mueren a veces de soledad a pesar de la compañera y los hijos, pero mueren más los poetas. Chacho es el ejemplo de ello. Pero hay que recordar al poeta de excelente pluma, recordar su actitud rebelde de poeta trazando línea en la poesía llamada coyuntural (Dónde mancó el árbol de la espada y arco iris (bando para que la dirigencia se alinee con las masas, Ediciones Campo de concentración, 1980), o Cinco razones puras para comprometerse (con la huelga) Ediciones Quipu, 1978) que a la fecha los críticos oficiales se niegan a comprenderla y a estudiarla. Allá ellos ... allá ellos. Estos y otros poemarios lo muestran como un poeta aún no valorado en amplitud. Hay que recordar que Cesáreo Martínez también nos dejó otros textos como: Migraciones ( 1974 plaquette) De ésta y la otra ribera (1970 ( plaquette) Botella de mar para Iskra Oyague, Celebración de Sara Boticelli. Haraui Editores. 1987, El Sordo Cantar de Lima. Ediciones de los Lunes, 1993. ha publicado además en prosa: El legado de Miguel Graú (Ediciones Munilibros, 1986), Desde la vigilia (Arte Reda, 1989), Crónicas SINcrónicas( Editorial San Marcos 1999). Chacho coyuntural y luchador frente a la injusticia los vimos asumir una lucha frontal contra Alberto Fujimori junto a Víctor Delfín y otros intelectuales escribiendo con rabia porque el país no podía soportar más la corrupción. Chacho era a veces un caminante solitario. A veces, coincidíamos en el “completo” que era un restaurant viejo ubicado en una de las calles principales de Chosica, 28 de Julio, donde servían el sancochado más agradable de esta zona aquella que daba vitalidad al hambre. Ahí, la literatura se apoderaba de nuestras palabras y luego se escuchaba un: -“amigo” hay que volver a trabajar- y regresábamos a la UNE. Otras veces escribíamos nuestras historias personales tras las mesas del Chino Siu un bar antiguo de madera y pósteres de los Beatles, los Rolling Stone etc donde las cervezas eran más azules que nunca. Los momentos de alegría crecían en los bares, en las tardes cantuteñas, en algún recital. La alegrías y buenos momentos se sumaban para borrar un poco la soledad de los poetas. Así, los días transcurrían Chacho colaboraba con el Diario el Peruano por que ahí, se festejaba a los amigos además los poetas tenían nombre o las tunas eran más rojas que nunca como en Cotahuasi. A veces el poeta se dolía: Mi cuerpo desconoce principio./ Arde pavorosamente inclinado obre sus abismos. / Y canta para sí cavando el silencio en un mundo larvado../ Lejos del Otro, / exilado por la sorda realidad de otro cuerpo,.. Pero Los poetas nunca mueren. Viven en sus textos y en la memoria de los amigos. Chacho cayó enfermo y fue asistido en el Hospital del Empleado. Fuimos a visitarlo estaba dolido pero esperanzado en la vida. También los ángeles se vuelven amigos y llevaban flores, música y un buen vino para el alma. Chacho sanó y coincidió éste hecho con su despido de la UNE. Fue despedido por los mismos interventores que lo habían utilizado. Se fue resentido pero siempre dejó amigos y los amigos siempre se llaman. Los amigos se encontraban en recitales, en presentaciones de libros, en exposiciones pictóricas, en Queirolo, en El Averno, en Quilca.. etc. Chacho estaba trabajando en la Oficina de Coordinación Universitaria del Ministerio de Educación. Nos volvimos a encontrar varias veces a tomar café y galletas entre los muros de la Oficinas de Van de Velde. A conversar de tantas cosas recordando tiempos cantuteños o a los amigos Gregorio Martínez, Juan Cristóbal, Tulio Mora, Jorge Pimentel, etc. A veces de mi visita salía con un libro como aquella vez, que me obsequio un libro de Alejandro Sánchez Aizcorbe. El poeta miraba por la ventana: Veo arder la rosa roja de la noche/ la rosa total/ el pífano de los grillos, mujer de la rosa en los ojos. ¿Qué pensaba? ¿Qué miraba? acaso una mujer. La mujer era Iskra Oyague, Magnolia, Sara Boticelli o simplemente la mujer de hielo nombrada en un recital que tenía en su regazo a Manuel Agustín su hijo. La vida continuaba y el poeta trabajaba en Agro Noticias. Se había acostumbrado al trabajo parcial. Total en el Perú hasta los que creen tener empleos seguros no saben cuando se quedarán sin ellos. El amigo si lo sabía. Debo confesar que cuando quise publicar un poemario y de hecho lo hice no sabía como pedirle unas palabras como prólogo para el mismo. No encontré resistencia de parte suya al solicitárselo sino una generosidad abierta quizás por ello, escribo con respeto algo sobre él. Debo mencionar que Chacho fue uno de esos poetas a quien no le gustaba mucho el aspaviento marquetero tanto para decir yo por él que ganó una mención honrosa en el prestigioso concurso de poesía Casa de la Américas (Cuba) con su libro Caballo Bayo (inédito a la fecha) finalista en el Copé 1997.o el Olivo de Plata en el Concurso internacional de poesía organizado por la Municipalidad de San Isidro (Sol de Ciegos (inédito)). Pero, el silencio es el mejor premio para la grandeza de un poeta y el amigo lo sabía. Mi cabeza se inquieta / se revuelca/ se detiene/ y muy pronto se alzará, demencial, la oscura mar de arenas. El poeta de mil batallas y mil aventuras seguía soñando. Alguna vez, la ebriedad nos confundió de sol a sol y nos dejó contemplar junto a otros su máquina de escribir con un poema a medio escribir. O llenaba la noche con sus anécdotas de memorioso poeta donde desfilaban escritores como Juan Ojeda, Gregorio Martínez, Juan Cristobal, Rosina Valcárcel o los viejos poetas sagrados e inolvidables como: Martín Adán, Juan Gonzalo Rose. Ahora recuerdo entre la bruma como Chacho tomó una hoja en blanco de su máquina y recitó de memoria la escritura turbada de voces que la niebla de lima había abierto su boca para dejar pasar a los wuamanis y sus carretillas. El Apu hablaba desde su boca pura poesía. Desde Chosica se tejía el gran mural poético. Desde el río turbio y sucio del Rímac se encendía las palabras el mismo cerebro desbocado del caballo bayo que inundaba las rieles del tren, que caminaba furiosa por el puente colgante en busca de vino aullaba en la noche pura poesía. Rado, Solito, Zavalita se tomaban el último ron y dormían. El amigo miraba desde sus ojos su vida y a su madre María Sánchez, la mujer mítica, demasiado mujer y bondadosa para estos tiempos. Fue deslumbrante su voz en la noche pero la soledad con su traje trasparente de lágrima acumulada era una daga que lo martillaba. Los días siguen a las noches y Cesáreo se distanciaba de la vida. Vivía por Jesús María o a veces en San Borja. Su casa había sido asaltada dos veces. Se habían llevado su computadora y sus poemas. Hubo tanta indignación que quise hablar con él y acompañarlo así que fui al Ministerio a visitarlo. Pero como yo no era importante y estaba sin terno ni menos corbata no me permitieron ingresar con prontitud al Ministerio de Educación porque tenían que hacer una consulta. Así estuve como tres horas en el hall de ingreso al cabo de los cuales ingresé. Al comentarle a Chacho mi odisea él entro en cólera y llamó a medio mundo y pronunció fuertemente en sonada queja: “ A un profesor no se le impide el ingreso a su casa y menos a un poeta amigo.” Alborotó el cotarro de la mañana en las monacales oficinas del Ministerio. Era un poeta, Mónica su secretaria trajo agua y ya relajados lanzó un risotada y un abrazo fuerte fue su disculpa. Conversamos parte de la mañana y al despedirme sentí ver nuevamente en vacío en su rostro como la soledad del mar en las tardes. Caminé pensando y al salir de Van de Velde recordé más aún su forma de ser: Y bien muchachos de oro mañana me quito del país/ marzo me espera en otras arenas/ otros silbidos de árbol donde no sé si tendré pasos( no sé si tendré / estas manos fosforescentes que aún cantan ( que no se han marchitado/ como lo sueños azules los lagartos extendidos de madrugada/ de oscuras a oscuras... El poeta viajó a las Europas, estuvo en España, en Rusia. Formaba parte del Pen Club filial Perú. Pero le esperaría un viaje largo e interminable. Llegó el 27 de enero del 2002 la noticia corrió como reguero de pólvora había muerto un poeta. El amigo ya no estaba con nosotros había retornado del trabajo a su cuarto aquel lugar donde debía escribir el poema audaz, aquel poema que se agite, suba las gradas de su casa, / penetre en su cuarto/ abra las ventanas y exponga sus largo cuello al rocío / pues yo quise pintar precisamente el poema que ves en la ventana/ El poema que jamás se deprime, tira las ventanas al viento, / baja las gradas de su casa/ y viene volando a abrazarme.. Pero la muerte esa dama respetuosa le abría la puerta a su extrema soledad. Los poetas también se vuelven fantasmas en sus palabras. Chacho amigo te debo decir que aún la poesía camina de tu boca y se sienta en las rodillas de los amigos, ¡ Salud por ello!. Los poetas aún son como gotas idiotas ante las rocas te digo parafraseándote. La poesía aún tiene la fuerza legendaria de los siglos de siglos para aplastar tanta pena. Salud Amigo, salud por la poesía.

Tardes de invierno en la Cantuta bajo el Guarango que ya no existe..

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