martes, setiembre 30, 2014

El HOMBRE DE POMPEYA DE CARLOS GARCIA MIRANDA


Novela escrita desde el sincero corazón caminante del novelista. El hombre de Pompeya. Lima: Dedo crítico Editores (2014) de Carlos García Miranda (1968-2012). Es sin duda, una novela que resume el talento narrativo del “desaparecido” y talentoso docente y estudioso Sanmarquino. Esta novela póstuma es prueba de la prolongación del trabajo de escritura  que dejó García Miranda que ha sido publicado por la generosa amistad de sus amigos y que los lectores agradecemos con entusiasmo por que nos permite “enjuiciar” con nuestra lectura el “virtuosismo narrativo” contenido en las 185 páginas de esta historia. El Hombre de Pompeya es parte del proyecto narrativo  que comenzó con un inquietante libro de relatos: Cuarto desnudo (1996). Y que continuó con la novela: La puertas (2012). A la que hay que agregarle su ensayo: Utopía negra. Identidad y representación en la narrativa negrista de Antonio Gálvez Ronceros (2009) Estamos enterados además, que dejó casi culminado un proyecto mayor (su trabajo de investigación para obtener su doctorado en la Universidad Complutense de Madrid) sobre la obra del cronista indio Huamán Poma de Ayala.
El Hombre de Pompeya, es la novela que relata la vida  de un joven profesor  universitario que se mueve en los márgenes de la soledad, el aburrimiento y la genialidad de adaptación al medio. Adrián Garcilaso es el sujeto que ve con abulia lo que le rodea. Añora y odia a su mujer Agnes de quien está separado.  Adrián desde su postura contemplativa ve el “discurrir sus días”  su repetitiva cátedra universitaria, sus viajes a dictar cursos de capacitación como la descrita  en la parte inicial de la novela, sus amoríos furtivos (Enma, Renata) sus largas caminatas por librerías y calles de una aplastante Ciudad horrible  que le va “quitando las ganas de vivir”. Aquella a quien Lucas el delirante amigo “editor” de Adrían  “hablaba de lo fea que estaba la ciudad, con su cielo gris  y sus edificios sucios, y de la mala suerte que les tocó nacer en el Perú" (pág, 53) Vemos a  un Adrían moviéndose en una ciudad que lacera pero que a la vez, lo libera para dedicarse a una “pasión” escondida y prohibida: La venta de libros incunables, primeras ediciones, rarezas bibliográficas a coleccionistas europeos. Para este negocio Adrián se convierte en “reducidor” de libros robados a bibliotecas  de instituciones públicas y privadas. Hecho que se convertirá en la causa principal de una denuncia que provocará que Adrián sea “obligado” o “ayudado”  a viajar a España. “El decano volvió  a abrir la carpeta y comenzó a leer en voz alta./- Una veintena de libros robados de la biblioteca y vendidos, según consta en los testimonios de algunos empleados, a Ud; profesor; seis denuncias notariadas sobre acoso sexual a estudiantes contra Ud.; otras cinco denunciándolo por tráfico de notas…” (pág, 94) Si bien la novela centra la historia en  la “vida” del profe  esta se enriquece con la historia escondida del frustrado poeta “Lucas” quien da a Adrián el manuscrito de Noemí Lagunas un connotada militante de Sendero Luminoso, que provocará que Adrián se halle en peligro constante e incluso asista a presenciar como “queman” su departamento en donde se hallaban “las preciosas cajas de libros y documentos de esa secreta secta La Rosa”  comprados a la dueña de la biblioteca Zaldulegui. Así mismo, su posterior “exilio” en un pueblo joven al amparo de Celia hasta que logre viajar a España.

Por otro lado, existe la historia del profesor Adrián “crítico agudo”, lector infatigable que asume posturas “críticas” como aquella escena “risible y grotesca” del poeta Limón  autor del poemario “cansancio”  quien  busca el ansiado prólogo del profesor Adrian que nunca llegará. La novela así mismo, en afán provocador a través de la fina ironía de Adrían “enjuicia” carnavalescamente a narradores, críticos y editores  así desfilan “disfrazados” escritores como: Miguel Gurruchaga, Alonso Quieto, Milla Balmes, García –Miramar, Fernando Riera, Pedro Loza, Bosso, Thait, Somocursio, C.E Zapatero, Anastacio González-Gil, Víctor Corrales etc. Guiños y palos a “pretenciosos escritores”. El Hombre de Pompeya además resulta para  mi gusto una novela de mucha fuerza y sincera historia. Aquella que nos lleva de la mano a Europa buscando la pista de esa “secta secreta” que guarda la memoria de documentos valiosos de nuestra historia cultural. Y la historia íntima de un profesor apasionado por la cultura, por la vitalidad de vivir la vida a pesar de la muerte. Una novela de fibra que encontrará su sitio en la narrativa peruana cuando se lea con calma y agudeza esta novela escrita por Carlitos Miranda a quien siempre le guardaremos admiración y recuerdo pleno de aceptarlo como un reptil urbano petrificado pero viviendo  bajo las luces de la eternidad que aún nos acompaña.

miércoles, setiembre 17, 2014

CRIBA DE JULIÁN PÉREZ

CRIBA,  Es la novela ganadora del Premio Copé recibió una acertada lectura por parte de Santiago López Maguiña artículo que puede leerse en:  http://slopezma.blogspot.com/   y para ampliar su lectura Alfonso Torres Valdivia autor de : Inorgásmica, Limpiamundo, y otros libros nos envía la siguiente  reseña que damos a conocer.


Julián Pérez: Criba.Ediciones Copé, Lima, junio de 2014, 369 pp.

Sobre la violencia política ocurrida en los años ochenta se han escrito muchas novelas: Candela quema luceros, de Félix Huamán, Abril rojo de Santiago Roncagliolo, La hora azul de Alonso Cueto, Rosa cuchillo de Colchado Lucio y muchas más. Algunas de ellas,  son producto de pesadillas o interpretaciones subjetivas para explicarnos la violencia de esas décadas consideradas pérdidas para muchos economistas y sociólogos del primer mundo.
 Los autores de muchos de esos relatos, nos cuentan cómo la falta de fluido eléctrico arruinó su infancia. Es evidente que esa visión es parcial, se centra en  el terror que les produjo ser alumbrados por una vela, la explosión de un  coche bomba a pocos metros de su residencia y su repulsa a no poder pasear por parques y avenidas de anchas calles y vidrieras inmaculadas.  La historia de los que hicieron detonar dicho artefacto mortal no la cuentan, y si se toman el trabajo de describir a un subversivo es para resaltar el color cobrizo de su piel o los andrajos con que viste. El drama o el amor de esos jóvenes que trataron de acercar sus sueños a una realidad que los ignoraba no existen para esas mentes abocadas en alabar el sistema neoliberal y los encargados de vitalizarla.
Sin embargo, dentro de ese sinnúmero de obras que novelan la lucha subversiva, el que más se acerca a la verdad y cuenta la historia, no desde una ribera ni parapetado dentro de una unidad móvil con lunas antibalas, sino desde el infierno mismo, es la novela Criba de Julián Pérez. Si tiene una virtud esta obra, se evidencia en el análisis introspectivo y artísticamente válido para reconstruir la violencia extrema de esos años, donde la palabra, sin ningún rubor,  cedió paso a las armas.
Para informar sobre ese universo de violencia Julián Pérez se valió de una estrategia narrativa simple, pero interesante: un diálogo entre amigos, un manuscrito incompleto y el  monólogo de Evangelina son suficiente para contarnos la historia de Manuel Bajalqui, personaje central del relato. El reto de Julián, contarnos la historia de los años ochenta en Ayacucho sin caer en el panfleto o la banalidad sentimental se torna en real.
Este texto hermoso y reflexivo nos permite comprender esos años de violencia extrema. Si él logra atraer nuestra atención, es porque paralelamente al tema de la violencia le inocula el veneno del amor. A la mujer, a la familia, al terruño.
En esta novela, Julián crea como en Conversación en la Catedral, un universo onírico, abundante en personajes que ostentan cierta semejanza con individuos reales, pero que han sido transformados en fantasmas por la violencia o el amor, más allá de la vida. Debe destacarse la construcción de personajes en la novela: no son demasiados y están armados convincentemente, como es el caso del abuelo de Manuel. Este  educa a su nieto con leyendas y mitos ayacuchanos. Es un personaje épico, el héroe de Manuel, su paradigma, y sin querer, este lo emula en ese escenario de horror total y humor negro.
Si Criba logra convertirse en un relato conmovedor e inquietante, lo mejor de la novelística de la lucha subversiva en los años ochenta y noventa, ello se debe a que Julián Pérez trasciende el problema de la violencia política para ofrecernos la historia de una ciudad plagada de almas en pena con una metáfora eficaz, un pensamiento poético que nos permite adentrarnos en la mente de los jóvenes de esa época. Su fábula es de gran ayuda para entender la historia y el drama de Ayacucho.
Criba rinde culto al realismo, pero no puede desprenderse de un toque romántico.
 Por las páginas de la novela se deslizan los sueños y las pesadillas de Julián Pérez. No debemos olvidar que el autor de Criba es ayacuchano, y si alguien podía novelar esos años de dolor y angustia es justamente un nacido en esa tierra,  porque solamente una sensibilidad que estuvo muy cerca de los acontecimientos, de los meandros de la historia, podía producir un relato de esa calidad artística.
   Ayacucho es una ciudad destruida, poblada de fantasmas como Comala de Juan Rulfo, pero cuanto amor por esa tierra, sus habitantes y sus costumbres se deslizan por las páginas de Criba. Si hay un espacio para la desesperación este se debe a que ese mundo idealizado por el abuelo del personaje central se desmorona por una violencia, no irracional, sino nacida de la efervescencia producida por una juventud que dejó de lado los libros para empuñar las armas en una guerra, que como dice Evangelina, amada de Manuel: estaba perdida de antemano.