La muerte es la eterna mano que abraza a los hombres. Ella llega como un puñal extraño que nos arranca el aliento de vida. Los poetas esos seres inmortales se dejan hacer por esa puta que los envuelve con su manto de tristeza. LOS POETAS esos seres inmortales en su poesía no pueden sacudirse de su sombra. Ella, la calaverosa los turba, los ovilla y los tumba con los ojos al cielo. Hoy le tocó a Alejandro Romualdo Valle, ese Xanno encantador que escribió: La torre de los alucinados (1951) Edición extraordinaria (1958), Desde abajo (1961) Como Dios manda (1967), El moimiento y el sueño (1971) Cuarto Mundo (1972) Poesia integra (1986) entre otros textos. Como no recordar la lectura coral que realizabamos en el colegio de su famoso canto Coral a Túpac Amaru que es la libertad. Años más tarde descubrí su revista Tareas del pensamiento peruano. su trabajo comno dibujante, su Antología general de la poesía peruana realizada junto a otro grande de la poesia Sebastían Salazar Bondy hermoso libro joya que guardo como una de mis mejores adquisiones en Amazonas libreria mágica que conservo con gastada cubierta marrón. Más tarde descubí su Poesia popular de la costa , sierra y selva del Perú desde el Tahuantinsuyu hasta nuestro días publicada el año 1992 entre otros trabajos importantes. Hoy se a reunido a otros poetas de esa brillante generación del 50: Washington Delgado, Juan Gonzalo Rose, Luis Nieto, Gustavo Valcárcel, Manuel Scorza, Lola Thorne, Eleodoro Vargas Vicuña y un largo etc. Los del cicuenta se estan marchando silenciosamente y hoy con Romualdo quiero decir: A OTRA COSA: Basta ya de agonía. No me importa/ la soledad, la angustia ni la nada. / Estoy harto de escombros y de sombras. Quiero salir al sol. Verte la cara / al mundo y a la vida que me toca, quiero salir, al son de una campana que eche a volar olivos y palomas. / y ponerme, después, a ver qué pasa/ con tanto amor. /abrir una alborada/ depaz , en paz con todos losmortales. / y penetre el amor en las entrañas/ del mundo Y hágase la luz a mares/ déjense de sollozos y peleen / para que los eñores sean hombres./ Tuérzanle el llanto a la melancolía. / Llamen siempre a las cosas por sus nombres./ Avívense la vida. / Dénse risa./ Esta es la realidad. Y esta es la hora/ de acabar de llorar mustios collados,/ campos de soledad. ¡A otra cosa¡ / Basta ya de gemidos. No me importa/ la soledad de nadie. Tengo ganas / de ir por el sol. Y al aire de este mundo/ abrir, de paz en paz, una esperanza. Por eso que viva la poesía... eternamante.
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