viernes, noviembre 25, 2011

POETAS EN LA VIEJA CANTUTA

La Cantuta y sus problemas cotidianos. La Cantuta y su campus verde. La Cantuta y sus viejos profesores, La Cantuta y sus sueños y dentro de ese ambiente los jóvenes poetas.  La Cantuta  no es ajena a mostrarse con lozanía y frescura  en la mirada de sus creadores.  La Cantuta del pasado y su esplendor de Viejos MAESTROS, no profesores. Como no recordar los pasos de: José María Arguedas,  Luis Jaime Cisneros, Manuel Moreno Jimeno, Juan Gonzalo Rose, Washington Delgado, Miguel Gutiérrez, Oswaldo Reynoso, Félix Huamán Cabrera etc. La Cantuta y su frágil actualidad de “cambios y resistencias” es en ese lugar que nace la poesía cantuteña. Poesía de afirmación, de hallazgos, de rupturas, de búsqueda. Atrás queda la imagen de Manuel Morales quien publicó su único libro: Poemas de entrecasa (1969) en las gastadas máquinas offset de nuestra universidad. Atrás quedan Algemiro Pérez Contreras, Artidoro Velpatiño. Hoy por estos tiempos la poesía vuelve de la mano de varios poetas jóvenes: Manuel Luque  (lima, 1974) ensayando el rumor de una poesía “bronca y callejera” un grito versal de la existencia en su libro: La Estación de la muerte (Toro de trapo Editores, 2011). Con anterioridad Luque nos había entregado  su libro: Huerto de los alientos bajo la mano de ediciones letra en llamas. Breve libro que compendiaba su trabajo poético de 1997 a 1999. Luque sorprende por su vuelta al reino de la poesía ojalá no huya por el silencio porque sus versos ya están llamando las puertas de la madurez poética.
Paolo Astorga (Lima, 1987)  Nos entrega esta vez, su libro: Detrás de las ventanas en la joven editorial que ha publicado el libro de Manuel Luque. Astorga va con mano firme, y ardiente sabia consolidando su trabajo. A pesar de su juventud es un “viejo creador” de otros  libros: Anatomía de un vacio, sin llegar a lo invisible, De Lima a Chosica. Astorga en este último libro afirma la pasión de la existencia del hombre, ese ser que transita sin temor por la pasión de las palabras.
MI ÓPERA PRIMA.César Pineda Quilca  (Lima, 1980) es el otro poeta quien nos entrega su libro inicial: El arribo de un éxtasis violento (Toro de trapo Ediciones, 2011) un poemario donde la brevedad de los poemas permite la construcción de una poética que permite que el poeta ensaye una poética. Hay  una construcción del “hacer, del querer, del sentir” poesía. Pineda es consciente de su trabajo no alardea sino que intenta con sencillez mostrar el campo de una poesía aún balbuceante pero de llamativo minimalismo conceptual. Pineda va construyendo con fragmentos la totalidad de su trabajo creativo.
Roy Dávatoc (Jaén, 1981) se convierte en el joven editor de los tres poetas anteriores desde su casa poética (Toro de trapo ediciones) pero Dávatoc,  también nos regala un pequeño poemario titulado: La lluvia nos detiene (Eclosión Editores, 2011)  donde los textos se tiñen de sentimientos que marcan los pasos de la frustración, de la agonía y la poética catártica de la existencia.
Los  poetas y la Cantuta. La Cantuta y sus poetas. Cuatro poetas que pueden ser más si agregamos a la poeta: Karina Moscoso, y José Cruz que forman parte de este inusual colectivo poética en los “salones abiertos de la vieja Cantuta”.

La poesía es una actividad indefinible y perdurable en la voz de los poetas. De ahí que aún se siga escribiendo, publicando y circulando en los lectores. La poesía aquel armazón de palabras que rodeadas de la sabiduría de las musas Polimnia, Erato, Calíope sigue naciendo, creciendo y muriendo. La poesía  cada día encierra a los poetas y sus poemas. Hay tantos poetas y tan poca poesía auténtica que a veces preferimos leer el cielo que nos alumbra. A veces llegan algunos libros de poetas amigos  y estos poemarios alegran nuestras tardes limeñas que a veces se llena de gallinazos abúlicos. Para qué escribir poesía en estos tiempos. Para qué publicar en estos tiempos. Para qué perseguir la poesía vanamente y no dejar que ella nos invada con su sabiduría silenciosamente. Acaso no han hecho caso al consejo del viejo Erza Pound que decía: “Déjese de hacer versos amiguito; con eso no se saca nada”. Pero los jóvenes poetas persisten y algunos  escriben y escriben poemas absurdos, otros escriben y no leen su tradición, otros publican y publican, otros se antologan y antologan a sus patas, otros que son los más creen que escriben poesía y nos se han dado cuenta que han nacido muertos. En fin lo que no se debe permitir es la mediocridad en los poetas decía Andrés Bello.
Pero a qué viene el comentario anterior quizás a pensar en voz alta la manera como se construye “el canon poético limense” no digo nacional por qué es mucho decir. Los poetas ¡ay los verdaderos poetas! Son póstumos. No siempre los “autoconocidos” “autoranquedaos”, “autoafirmados” , “apadrinados”, “archipublicados”, “marqueteados” en festivales de poesía, en premios, en eventos, quedan. Recuerden a Carlos Oquendo, a César Vallejo, a Gamaliel Churata, al propio Arguedas  ellos en su tiempo eran ninguneados, vejados críticamente pero ya ven han trascendido a tres críticos insobornables Drummon de Andrade dixi: han vencido al tiempo, la polilla y la humedad. Los poetas verdaderos nos hacen bulla, no bailan a la luz de las cámaras, a la luz de los periódicos. Ellos son parte del laberinto de la autenticidad poética cuyos textos crecen lozanos por los siglos de los siglos amén.