Muchos profesores, demasiados alumnos. Pocos maestros, pocos discípulos.
Poco saber, mucha ignorancia. Poco amor por enseñar más allá de lo que se debiera,
mucha desidia para hacer sólo lo necesario. Pocos sueños que se logran en el Diario Educar
diría Constantino Carvallo. Pero al final de cuentas uno va gastando su vida de
a poco en clases diarias. La imagen es la de ejercer mendicantemente largas
sesiones de clase gastando la garganta por pocos soles. Estamos ahí, con
nuestros libros, nuestras tizas, nuestros lapiceros, nuestras laptops, nuestra sangre edificando el valor de educar
diría Fernando Savater. Quién no ha
tenido maestros no sabe la verdad del aprendizaje. Hasta la naturaleza nos
enseña cotidianamente. ¿Quién no se debe
a la voz, al saber de un maestro?. No nos pueden negar existimos con nuestra
impecable postura de maestro. Somos los maestros la voz cotidiana de la lección de la sabiduría. No podemos
quejarnos de nuestra profesión, sino afirmarla con orgullo. Porque ya José
Antonio Encinas en 1930 decía: “El más alto cargo de un ciudadano puede
desempeñar en una democracia es el de maestro de escuela”. Por eso basta ya de
profesores inmóviles, basta de profesores conformistas y quejones. El maestro verdadero está
lleno de libertad para decir, pensar y señalar caminos. Nosotros los maestros,
nosotros los que nos entregamos a plenitud en cada clase que realizamos, ya en
el colegio, en la academia, en la universidad, sabemos que cada palabra nuestra
es como un dardo que horada la piedra más dura en un aula. Sabemos que
ejercemos a plenitud nuestra labor, nuestra trajinada voz se agiganta, nuestro
cerebro inunda de savia las aulas del
tiempo. Nosotros los verdaderos maestros no debemos ser charlatanes, o ejercer
discursos doctorales fofos. NO, nosotros
sabemos eso por lo que aprendimos de J.A Encinas quien escribió en su libro: Un
ensayo de Escuela nueva en el Perú lo
siguiente: “que la charlatanería en materia
de educación es mil veces más dañosa que en materia de medicina”. No
podemos anular conciencias críticas de nuestros discípulos sino elevar sus
cerebros como cometas sabias para que incendien la oscuridad de mediocridad y
de la ignorancia que a veces inundan
enternadamente las instituciones educativas. Nosotros somos el cambio, por que
educar es una acción ejemplar a veces silenciosa, a veces mal vista. Los
verdaderos maestros estamos a “expensas de una mayoría inepta, vil y amoral”
diría parafraseando las palabras de José
María Arguedas. Pero eso no nos daña por el contrario no lleva a afirmarnos
Maestro sí, profesor no. En este día que se repite cada 6 de julio quiero que
estas palabras soltadas al viento taladren sus corazones, abracen su entusiasmo,
los llenen de júbilo. Ustedes están llamados
a ejercer “la auténtica enseñanza con vocación, con magnitud, con clerecía, con
sacerdocio, con libertad” Un abrazo amigos maestros en su día. Un vaso de vino
de palabras en su día. Salud.
2 comentarios:
Excelente reflexión. Gracias por este buen vino de palabras. GRACIAS MAESTRO.
Salud por los maestros que evalúan con criterios claros.
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