lunes, enero 28, 2013

RIKURANIM (HE VISTO) AUTOBIOGRAFÍA DE UN TESTIGO DE LA VIOLENCIA


Lurgio en su época de joven soldado.

Lurgio Gavilán Sánchez nos da a conocer un texto testimonial. Memorias de un soldado desconocido (Autobiografía y antropología de la violencia) Lima IEP; Universidad Iberoamericana, 2012. Libro que nos da la posibilidad de asistir a un relato “desde adentro”,  que relata los avatares de un hombre por la filas de Sendero Luminoso, El Ejército Peruano, La Iglesia. Lurgio Gavilán desde estas memorias rescatadas de la "interioridad" del sufrimiento, el dolor, la agonía, la utopía, la muerte va mostrándonos  el "trascurrir" de  su vida desde  niño enrolándose a temprana edad a las filas de SL (12 años)  su enmascaramiento como el camarada “Carlos”, su accionar como guerrillero, militante para más tarde ser mando de una columna. En la primera parte de esta autobiografía vemos la orfandad, y la ortodoxia del partido, la crueldad con la que se ensañan “los mandos”  con los militantes “Ya en la tarde, el mando político convocó a la reunión, estábamos más de  120 guerrilleros. Cantamos himnos guerrilleros. Luego el mando político nos dijo: “En nombre del leninismo, maoísmo y pensamiento Gonzalo, esta reunión es para comunicarles que entre nosotros tenemos compañeros  que han traicionado al partido y se han vendido, por lo que esta noche morirán” (….) Atadas las manos con sogas de lana de llama, lloraban y pedían perdón. Para el partido no existía perdón. (…) Después del discurso de la muerte, fueron sentenciados a fusilamiento. Bajamos a una quebrad en la noche oscura y fría de junio. Ajenos al dolor humano de los compañeros presos, jalamos de soga cuando inútilmente intentaban escapar. La tumba ya estaba cavada. Uno por uno fueron fusilados; antes de morir se despidieron  dándonos sus manos entre lágrimas” ( P´gs.74-75) hecho que muestra la “violencia” la “crueldad” , la insania del “PODER” que no respeta ni a quienes le sirven con fe ciega. También nos enteremos al leer esta autobiografía de las incursiones, del ataque, a las fuerzas del orden y muchas veces a los pobres campesinos que según ellos se habían convertido en “soplones” y había que  “castigarlos” con la muerte: “ Nuestros mandos siempre nos recordaban que  los comuneros  de Yawarmayu se habían rebelado contra nosotros, estaban con los militares, entonces ya eran yanaumas, por eso teníamos que eliminar y desaparecer a esos chutus” (…) “cuando llegamos a su campamento vi como los ronderos caían  y rodaban por el suelo en pendiente, destrozados por los plomos de las balas y decapitados. Quemamos todas sus chozas. Los muertos estaban tendidos  por todas partes” (pág. 71) Este testigo por momentos, simple  observador nos va tejiendo cuadros de dolor, muerte y dramatismo que nos quedan grabados como un libro lleno de “sangre” de muerte que enlutó absurdamente nuestro país. La historia de Lurgio es en la parte que estamos comentando la historia “de la orfandad” del militante, su tragedia, su hambre, su pobreza que conmueve. Tanto dolor, tanta pena y no poder nada contra el poder de los mandos. Si bien existe, una “mística” acerada por ser parte de un “proyecto utópico de igualdad”  nos damos de cara al ver columnas de  guerrilleros famélicos que sólo comían a veces “sal con nevada”, guerrilleros mal vestidos, mal armados, con problemas de salud, donde la “severa creencia en la ideología” del partido nos bastaba pues, muchas de las veces se convertía en un fanatismo que lindaba con la “locura” ese espacio donde la razón ha perdido la sensatez y la inteligencia. “Podíamos caminar descalzos, con piojos en la cabeza, pero sin comer no se podía. Por eso pensábamos y soñábamos: cuando triunfemos, ya en la vida del comunismo, comeremos harto” (pág. 88) utopía y ortodoxia sin tiempo. Lurgio con su vida, y su relato de tristezas, y “alegrías”, de muertes y “esperanzas”, de miedos y “amores”, de penas y “solidaridades” nos regala una historia desnuda y cruda del verdadero rostro de un sujeto que ha vivido en carne propia su “militancia y participación” en SL.
Memorias de un soldado desconocido.  Autobiografía y antropología de la violencia
Para completar,  el relato Lurgio nos lleva a otra “institución”  de comportamiento jerarquizado y de rigurosa presencia que es el ejercito. Nos muestra el accionar “represivo” que desarrollo el ejército contra SL, y muchas veces contra indefensas comunidades. Lurgio en este parte de su autobiografía tampoco se muestra complaciente sino que “muestra” desde adentro los excesos que se cometieron frente a indefensos moradores de las comunidades andinas de Ayacucho, las forzadas desapariciones de personas acusadas de pertenecer a SL, el abuso y violación de mujeres, los patrullajes, los interrogatorios en el cuartel “los cabitos”, los ejercicios, la vida dentro del cuartel etc. Esta cita nos puede mostrar los que a veces se sabía pero no se confirmaba. Pero ahí está la voz del testigo Lurgio que de “mando senderista” ha pasado a ser informante, recluta, hasta llegar a  ser monitor. “Esa vez, 1985 en la base  de San Miguel, decidieron matar a todos los que estábamos  sic) como prisioneros, pues venía la Inspección. Trajeron a las mujeres a la cuadra, y todos abusaron de ellas. Ellas lloraban, “no nos maten”, dijeron, yo estaba también asustado. Como a la media noche llevaron a las mujeres  al campo donde siempre  nos formábamos. Todos fuimos a presenciar su muerte. Ya estaba clavada la fosa. Dos tiros sonaron al unísono y ellas cayeron muertas. Esta vez, no  era un error cometido, sino que venía la inspección y era mejor desaparecerlas. Las metieron al hueco y las enterraron” (pág. 111)  la mirada del testigo y actor  al igual que en la primera parte va “mostrando” las heridas de un país  que entre los ochenta al noventa ingresó a una espiral de violencia que esperamos que jamás se vuelva a repetir.
En la tercera parte, Lurgio nos relata sus peripecias después de haber dejado el ejército, sus deseos de seguir estudiando, progresando y reconciliarse con sociedad. En esta parte Lurgio nos relata su “tránsito” por la vida religiosa especialmente por la orden franciscana. Un testigo buscando en la “vida espiritual” la paz, la “estabilidad emocional”, la calma después de la tormenta. Despertar a la vida después de haber rozado la muerte en los bordes de un fusil o de un cartucho de dinamita.  Lurgio Gavilán testigo de época nos ha regalo una “historia”  inolvidable de muchas que aún están por escribirse o quizás nunca se den a conocer y  sólo se queden marcados con dolor en el silencioso corazón de los hombres que viven escondiendo sus miedos en algún lugar de nuestra patria.

Pero cuanto más se acercaba la silueta, la imagen de mi hermano iba borrándose y en su lugar vi a un viejo canoso, con sus ojos de vidrio. Seguro ese hombre fue el que nos alimentó y entonces pertenecería  las bases de apoyo, a las masas de SL. Lo saludé y me miró de pies a cabeza. Le pregunté : ¿ Usted  habrá visto toda la barbarie cometida por SL y el Ejército?. El anciano hizo silencio y solo me dijo: Rikuranim (He visto”) Pág, 159.

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