Me han matado un hijo bramó el viento azul que inunda la tierra. El río blanco de la paz se ha llenado de palomas en forma de balas. Me han matado un poeta. Dios llora la tragedia en la tarde, en la noche . La primavera no será la misma de flores locas y violines de azúcar. Facundo no eres de aquí sino de allá. No estoy deprimido sólo distraído por tu silenciosa risa atrapada en una estrella. Hay tanta hermosura en las piedras de Macchu Picchu. Las mil y una noche, el infierno de Dante, la sonoridad de Homero. Esconden su belleza. Me han matado un trovador. Préstame una guitarra para alegrar las olas. Hay tanto llanto en el manto celestial del velero humano. No sé como recordarte si tengo en mis oídos tu voz pegada escuchando la prédica cristalina de la paz. Jesús habló por tu boca. Tu corazón es una flecha que penetra el ojo amoroso de la amistad. Tengo tanto que aprender de tu vida de vagabundo de primera clase. Me han matado un amigo un hermano de brazo enorme. Es tan difícil no soltar una lágrima ante la estupidez de la muerte. Me doy al tiempo, me doy a la vida. No debo sentir esa punzada de dolor cuando un amigo se va se queda una bandera, un tizón encendido que no se apaga. Facundo, Dios te llamó a su lado y te sentaste en su mesa a cantar. La muerte no existe sólo es un tránsito a mejor vida. Nada a pasado no estoy deprimido sino simplemente distraído. Un café, un buen vivo, un verso y tu voz en el equipo. “Cuando un amigo se va/ queda un espacio vacío/ que no lo puede llenar/ la llegada de otro amigo
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