El tren y sus ruidos de colores
a las seis de la mañana.
El río y su canto furioso
sucio, turbio, muerto
a las seis de la tarde.
Son quince campanadas de grillo
y mil cerros hablando
desde mi ventana
mientras te rezo
con un colibrì en la mano.
Mientras olvido tu piel
y aplasto tu coazòn
con mis dedos
mientras apuñalo tu corazòn
con una orquidia
esta tarde en Chosica.
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