La poesía peruana va presentando diversos sujetos de escritura y nuevos discursos cada cierto tiempo. Algunos hablan de grupos generacionales y los más cautos de colectivos poéticos. Pero lo que nunca queda claro son los juicios de valor que se movilizan para “aceptar” o “negar” tanto a los sujetos tipificados como “poetas” y a sus “productos verbales”. En este enjuiciar a través de un solo ojo se impone la mirada miope y ciclópea de los “críticos” o la mirada perfumada de los “poetas pontífices” que presentan a los “nuevos poetas” En el fondo este hecho es un acto ilegible y parcializado. Claro, la mención a los poetas jóvenes que representan a la nueva poesía peruana a “ los novísimos” o el “poeta más interesante de la nueva hornada” es un arte del mercado para imponer el producto nacido de alguna institución importante o de un grupo que ya ha trabajado incluso una tribuna donde han ido construyendo la imagen de los “nuevos poetas” Esta construcción es tan miope, como miope es la lectura de nuestra literatura. Digo esto porque a veces sólo se nombran poetas de la metropolí y ¿dónde quedan los de la frontera?
Cada espacio de nuestra literatura es un campo de logros. Son diversos los sistemas que se entrecruzan en intrincados variantes y la heterogeneidad que en ella se nuestra debe ser “leída” sin motivaciones ajenas a lo estrictamente válido. Pero como darnos cuenta de la verdadera poesía y no de la inflada en los medios culturales. Creo que los verdaderos poetas y la verdadera poesía son los que resistirán o se mostrarán ufanos ante un crítico insobornable que es el tiempo y por qué no a la polilla de una biblioteca y la humedad del olvido. La lectura es otro juicioso acto personal que debería permitirnos procesar y leer todo acto de creación. Y a partir de ella realizar estudios más completos de nuestra poesía peruana.
La poesía peruana de los 80 para adelante aún no posee un acercamiento crítico serio. Los ochenta no sólo es Kloaka y sus aliados. No sólo son los de la última cena, como tampoco los noventa es Neón ni los del 2000 son de piedra y sangre. Hoy sólo se han mostrado recesiones de algunos poemarios y con ellas se ha intentado elaborar un primer mapa de la poesía joven pero falta iniciar un mapeo integral para rescatar a poetas cuyas obras apenas son conocidas.
Obviamente nuestra poesía peruana última es sólo tomada en cuenta cuando el joven poeta ha sido premiado en algún de los cotidianos Juegos Florales Internos de las universidades metropolitanas. O en concursos como el Copé u otros. Si se es ganador se genera una expectativa y estos poetas jóvenes son los primeros en mostrar su figura pública. Se va construyendo el canon poético como un reino para los elegidos y otros poetas a veces valiosos en sus discursos poéticos esperan “lectores sin compromiso que valoren los mismos”. En ese interín algunos esperarán cien años para su rescate por que hoy, existe mayor atención para los “conocidos” para los “promocionados” para los “autopromocionados”, para los “poetas marqueteros” para los “embrollados, errollados, autoproclamados” etc. Por otro lado, otros “jóvenes poetas” fueron promocionados apoyados por los clásicos “concursos poéticos” y cuando no, por el padrinazgo que los lanzaba al ruido cultural capitalino. Así se formaba la “interesante poesía de una nueva voz” que a la larga los convertirá en parte de la abultada y elitizada “tradición literaria” o mejor el nuevo colectivo de la literatura peruana. Promoción y reportaje, repetición del circulo o argolla del “decir” antes que el “hecho”. En fin, mientras no se entienda que hay que leer a los “otros “ que escriben sin preocuparse sino de mostrarse en sencillez y sin muchos cascabeles periodísticos, la lectura de nuestra poesía peruana será incompleta y fragmentada. ¿Acaso no existen ya núcleos regionales de literatura como una prueba de la vigencia de una “gran literatura aún por conocer y estudiar”’.
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