La
poesía es una actividad indefinible y perdurable en la voz de algunos poetas.
Nadie sabe que quedará de lo que uno escribe solo el tiempo. No basta publicar
a cada instante y automarquetearse. Dejad que la poesía bien escrita y la mal
escrita se diluya. Pero que motiva que aún se siga escribiendo, publicando
poesía a pesar que demasiados libros va perdiéndose sin hallar lectores. La poesía
aquel armazón de palabras que rodeadas de la sabiduría de las musas Polimnia,
Erato, Calíope sigue naciendo, creciendo y muriendo es terca en la escritura de
los “poetas” enjaulados en los bares. La poesía
cada día encierra a los poetas y acribilla sus poemas. Hay tantos poetas
y tan poca poesía auténtica que a veces, preferimos leer el cielo que nos
alumbra. A veces llegan algunos libros de poetas amigos y estos poemarios alegran nuestras tardes
limeñas. Pero a veces “no hay poesía”
pero si buenas intenciones que nuestra mesa se llena de negros gallinazos abúlicos
convertidos en seudopoemas. ¿Entonces para qué escribir poesía en estos tiempos?.
¿Para qué publicar en estos tiempos?. Para qué perseguir la poesía vanamente y
no dejar que ella nos invada con su sabiduría silenciosamente. Acaso no han reflexinado
algunos “jóvenes poetas” en el consejo del viejo Erza Pound que decía: “Déjese
de hacer versos amiguito; con eso no se saca nada”. Pero los jóvenes poetas
persisten y persisten. Incluso algunos escriben y escriben poemas absurdos.Otros
escriben y no saben leer la tradición
que los abruma.Otros publican y publican. Otros que son los de siempre se
antologan y antologan a sus patas. Otros más osados creen que escriben poesía y
nos se han dado cuenta que han nacido muertos. En fin lo que no se debe
permitir en poesía es la mediocridad en los poetas decía Andrés Bello. Idea
justa en estos días donde la poesía está ahí esperando la sabiduría, la
lectura, la distancia, la meditación y la serenidad de no correr en publicar y
publicar.
lunes, febrero 23, 2015
domingo, febrero 15, 2015
LIMA DE AQUÍ A CIEN AÑOS DE JULIÁN M. DEL PORTILLO
- Por: Kent Oré
La historia que esta novela nos relata es
un vértigo onírico y fantasmal, donde las disquisiciones de un personaje
singular sobre tópicos enervantes lo cautivan inconsolablemente: la libertad,
el progreso, la subjetividad vibrante, la idea de patria, la valoración del ser
humano y el amor frustrado.
Lima
de aquí a cien años (1843) del peruano Julián Manuel
Gaspar del Portillo Rodríguez, publicada inicialmente en formato de folletín
por el diario El Comercio, intenta
recrear desde su perspectiva individual y romántica aquel ideal humano que se
fundamenta en el progreso y la armonía social. En esta novela que se resume en
cuatro cartas secuenciales, Arturo contará a su amigo, Carlos, las vicisitudes
que debe enfrentar a partir de su desconocimiento de la realidad que lo
envuelve, y que, tendrá a la vez que transformar a efecto de lo que su amigo,
un anciano de cien años, le irá relatando sobre la evolución de la patria,
conforme transcurran la epístolas. No obstante, concomitante a esa férrea
investigación acerca de la metamorfosis sufrida por la nación peruana –que se
traduce en mejorías diplomáticas, comerciales, mobiliarias,
administrativas-gubernamentales, cívicas y morales–, Arturo padecerá
trágicamente por causa del amor por partida doble –esto desfigurará el proyecto
inicial de la historia–. Su primer amor Delia a quien conoce en la nave
marítima que lo conduce al puerto de Lima, lo abandona al contraer matrimonio
con un ciudadano ruso acaudalado. Luego, Julia en quien logra suprimir toda su
desdicha inicial, lo abandonará eternamente al morir el mismo día de sus
nupcias –al mismo estilo que la bella amante Eurídice, prometida de Orfeo–. Lo
que se creía iba a ser la exposición magistral del desarrollo positivo del país
finaliza siendo la historia de una tragedia sentimental amorosa: el clásico
héroe nostálgico padece de cruento dolor espiritual por la amada hasta el final
de su vida.
Imitando los preceptos de Voltaire en
relación a que aquella tierra donde se habita es el mejor de los mundos
posibles, y con estilo llano y sencillo, Lima
de aquí a cien años, de Julián M. del Portillo, nos retrata artísticamente
un bello cuadro de la época del siglo XIX. Es una novela generacional e
inaugural de un género literario –Marcel Velázquez la define como la primera
novela peruana, anterior a la novela El
padre Horán, de Narciso Arestegui–.
La novela Lima de aquí a cien años es un lienzo donde el sueño de desarrollo
y progreso material no está enemistado con los secretos que el corazón
oculta.
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