Firmin ( Barcelona, Editorial Seix Barral 2006) es una novela recomendable,
de lectura rápida y atrapante. Su lectura te deja con el extraño deseo de comerte un par
de libros. Uno que consideres de los mejores que has leído y otro de los que
están demás en tu biblioteca, para que pellizques aunque sea una partecita de su
contenido y zambullírtelo en la boca como “pan con mantequilla” en el desayuno.
Sentirás el sabor más dulcísimo (riquísimo) que haya experimentado tu paladar,
o por el contrario terminarás vomitando tinta y poco talento, por su sabor soso.
Firmin, condicionado por su ignorante y ruda familia, es una rata desafortunada
que intenta buscar su destino. Llega a las lecturas de una manera muy peculiar
para el hombre, pero única para las ratas: “devorando libros”. Su hogar fue
siempre una librería, nació y se crío –literalmente hablando- sobre el Ulysses
de Joyce. Su capacidad intelectual se nutrió a base de lecturas y enseñanzas de
sus dos maestros – y también amores-, Jerry Magoon y Norman Shine. Firmin
encuentra en sus platillos el amor a la literatura. Intenta ser un poeta, un
escritor y comunicador, algo que no puede por su físico, o como él prefiere
llamarlo por esa “mascara que me impide sobresalir”. Firmin sin darse cuenta
abandona ese cuerpo que le impedía ser un gran escritor, y concluye una
grandiosa novela – su autobiografía. Sin más que decir, Firmin conserva la
esencia de un crítico literario – leído, rudo y censor de lo bien logrado-
logrando de su vida una genial novela que nos enseña de manera alegórica, el
punto de vista de alguien, que siempre intenta
aspirar a ser lo mejor un hombre cultileído.
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